ANTECEDENTES DEL ÑANDUTÍ
Cuando se habla de Paraguay en el exterior generalmente lo primero que se menciona es el esquema solar del encaje típico conocido como ''Ñandutí''.
Ñandutí es una palabra en guaraní que significa ''tela de araña''. Este nombre hace referencia a las líneas del patrón básico que recuerdan el trabajo de la ''epeira'', la huésped de los huertos y espesuras de todos los climas templados.
Es poca la información que se tiene sobre el origen de esta artesanía en el Paraguay, pero según antecedentes los inmigrantes canarios influyeron en el desarrollo de este encaje. Uno de los primeros canarios que llegó al Paraguay fue el Padre Lebrón, compañero del Padre Martín Armenta en peripecias religiosas y profanas durante el gobierno de Cabeza de Vaca.
A comienzos del siglo XVII Ruy Díaz de Guzmán habla de la destreza de las mujeres paraguayas —criollas o mestizas— en labores de aguja, sin mencionar cuáles eran los trabajos realizados. Posteriormente, aparecieron las Cartas Anuas Jesuíticas primeras (1610) para informar que se trataban de ‘‘toallas bordadas’’, una labor doméstica que se prolongó hasta pasado el medio siglo XIX.
EL ORIGEN
Dada la pobreza de la colonia, prolongada durante casi dos siglos, ciertas formas de encajes de laboriosa ejecución no tuvieron oportunidad de mucho uso, especialmente en los primeros lustros. Pero las Reducciones podían ofrecer una amplia oportunidad para el despliegue de esos lujos ornamentales porque, si bien la vida comunitaria era ascética, ningún adorno era considerado excesivo para el culto. Entonces, solamente allí pudieron haber adquirido vuelo esas labores cuya belleza complementaba las vestiduras y ornamentos sagrados. Aun así, no se poseen datos sumamente precisos para esa atribución, al menos de forma definitiva. ‘‘Tarea espinosa, sin que por ello garantice éxito, fijar la fecha en que este encaje canario prendió, como la ‘‘hoja maravillosa’’ y echó raíces en la colina’’ (Josefina Plá, 1980. Prosapia y Magia del Ñandutí. Página 617)
Es posible que el encaje de ñandutí haya nacido en las Misiones, pero esta información es incierta ya que según los cronistas el único encaje conocido en esa zona era el de Flandes.
El Padre Sepp fue el encargado de dar las primeras noticias sobre el trabajo de encajería en las Misiones.
Seis o más indiecitas (muchachas) se ocupan de hacer encajes. Son tan hábiles que pueden competir con las encajeras holandesas… Mis nuevas albas, de las cuales tengo tres y me las pongo solamente en las más altas fiestas, están guarnecidas desde la cintura hasta el último ribete con los más finos encajes, y es difícil decir si son de origen holandés o paracuario… Llevan a cabo este trabajo sin maestro, solamente deben tener constantemente el modelo bajo los ojos. Si es complicado, lo deshacen.
El Padre Sánchez Labrador, quien actuó en Belén sobre el río Ypané catequizando a los mbayá-guaicurúes dio datos importantes para hallar una fecha aproximada sobre el origen del ñandutí. Durante su tarea evangélica viajó hasta Asunción, donde pudo asistir a la escena de las señoras españolas que enseñaban a las indias de su Reducción a tejer encajes con soles y cribos (calados).
Esas señoras de origen canario probablemente llegaron al Paraguay a fines del siglo XVII. Eran pocas, pero cultivaron su encaje típico en un país extraño a pesar de las dificultades de adaptación en aquel tiempo. Tal vez para ellas, extender localmente la belleza del encaje era una manera de continuar sentimental, nostálgica y subconscientemente unidas a lo que habían dejado atrás.
En las Misiones, el encaje era una artesanía indispensable donde los encajeros eran artesanos vinculados al culto; siempre trataban que las vestiduras sagradas fueran vistosas y ricas para impresionar al neófilo, pero después de la expulsión jesuítica, al decaer la atención por el culto, el encaje desapareció de las Misiones. En ese momento, en vez de utilizarse esa artesanía para cubrir las exigencias del ornato, se comenzó a utilizar en la colonia, ampliándose su uso en las prendas domésticas a favor del repunte económico.
HECHOS DESTACADOS SOBRE EL ÑANDUTÍ
El primer hecho destacado que manifiesta la compenetración del ñandutí con el espíritu de la mujer indígena es el nombre. Así también existen leyendas que dicen que este encaje fue creado por los guaraníes.
Otro hecho notable es la extraordinaria vitalidad de esta artesanía que perdió rastros del pasado cultural indo-hispano con la llamada Guerra Grande.
En aquella época la proporción demográfica de los sobrevivientes era de 250.000 mujeres y niños contra 28.000 hombres. Las artesanías femeninas sufrieron menos que las del sexo masculino, sin embargo, la difusión, prestigio y amplio cultivo del ñandutí a partir de la guerra del 70 es una prueba fehaciente del arraigo de este encaje.
El ñandutí resurge en una región cuyo centro es Itauguá, allí se concentró cierto número de familias patricias dueñas de estancias o comercios. Escritores de hoy afirman que a pesar de los azares devastadores de la guerra de 1864-1870, las mujeres de Itauguá conservan rasgos que las caracterizan con ascendencia hispánica.
La familia patricia suponía la concentración hogareña de actividades femeninas como el hilado, tejido, bordado, encajería, confección de dulces, entre otros. En 1968, la población de Itauguá se vio obligada a abandonar sus hogares para seguir los pasos del ejército. Esta fue la estrategia de tierra asolada que dio lugar a la llamada ''Residenta'' que provocó la desintegración de la artesanía.
Cuando la guerra culminó, solo una de todas las tejedoras de ñandutí sobrevivió para regresar a su pueblo. La dedicación y entusiasmo de esa única encajera bastaron para encender el interés, fervor y estímulo económico que revitalizaron la artesanía hasta hacer de ella ocupación y blasón de Itauguá.
En esa época, familias de brillante apellido se vieron obligadas a subsistir mediante el trabajo manual, cuyos productos vendían ex esclavas fieles a esos dueños antiguos. El ñandutí rápidamente halló mercado en la población inmigrante y se convirtió en fantasía para una porción de la población femenina extranjera que anhelaba tener sombrillas y abanicos de ñandutí.
LA MUJER PARAGUAYA Y LA COMPENETRACIÓN CON EL ÑANDUTÍ
El ñandutí es el encaje de Tenerife que refleja el temperamento y la sensibilidad de la mujer paraguaya. La araña que teje su tela en perfecta soledad para amparar, proteger y alimentar a su prole es a su vez la imagen de aquella mujer que asumió el rol de ''padre y madre de sus hijos''.
El ñandutí, repitamos, es el encaje de Tenerife, que trasladado a estas latitudes, halla eco y resonancia sutil en el espíritu de la mujer del pueblo. Esta lo adopta como un lenguaje por mucho tiempo esperado, en el cual expresar añoranzas, sueños, soledad. ''Es el encaje de Canarias, que aquí sufre o experimenta las inevitables modificaciones técnicas y ecológicas'', dicen los antropólogos. Pero los antropólogos no explican por qué la mujer paraguaya acoge ese encaje como un mensaje inagotable y en él deposita su ansia de transfiguración, de sublimación, que es la poesía. Son muchos los signos de la españolidad en esta tierra que se enorgullece de su carácter mestizo. Pero si hubiese que elegir uno que sea logotipo de esa espiritual dualidad floreciendo integrada, yo elegiría una mantilla de ñandutí.
La mujer paraguaya estuvo sola en los trances cruciales de la vida, especialmente después de la guerra de 1864-1870, en la que el hombre dio su vida, pero ella levantó la patria con su gran esfuerzo y valentía.
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