La moderna cultura de masas pensada para el ''consumidor'', mutila las almas, cierra al hombre cada vez más el camino hacia las cuestiones fundamentales de su existencia, hacia el tomar conciencia de su propia identidad como ser espiritual. Pero el artista no puede, no debe permanecer sordo ante la llamada de la verdad, que es lo único capaz de determinar y disciplinar su voluntad creadora. Sólo así se obtiene la capacidad de transmitir su fe también a otros. Un artista sin esa fe es como un pintor que hubiera nacido ciego.
Al contrario de lo que se suele suponer, la determinación funcional del arte no se da en despertar pensamientos, transmitir ideas o servir de ejemplo. La finalidad del arte consiste más bien en preparar al hombre para la muerte, conmoviendo su interioridad más profunda.
Cuando el hombre se topa con una obra maestra, comienza a escuchar dentro de sí la voz que también inspiró al artista. En contacto con una obra de arte así, el observador experimenta una conmoción profunda, purificadora. En aquella tensión específica que surge entre una obra maestra de arte y quien la contempla, las personas toman conciencia de los mejores aspectos de su ser, que ahora exigen liberarse.
Una obra maestra es un juicio perfecto y pleno sobre la realidad, cuyo valor se mide por el grado en que se consiga expresar la individualidad humana en relación con lo espiritual.
Existe un gran cáncer que está afectando la integridad de nuestra sociedad. Se entromete en nuestra eficiencia y obstaculiza nuestro éxito. Nos roba las promociones que buscamos y el prestigio que deseamos. La mayor tragedia es que ninguno de nosotros está inmune a ello de manera automática. Cada uno de nosotros debe trabajar para vencerlo.
Esta malignidad es la falta de perdón. Cuando alguien nos hace daño tomamos notas mentales para recordar lo que ha hecho y pensamos en formas de ''vengarnos''. Alguien obtiene la promoción que queríamos y un sentimiento hacia esa persona comienza a desarrollarse. Nuestro cónyuge comete un error o hace algo que nos ofende y vemos qué podemos hacer para asegurarnos que no olvide el daño que nos causó.
Cuando mantenemos una lista de las cosas malas que se han cometido contra nosotros, revelamos una falta de madurez. Theodore Roosevelt dijo alguna vez: ''El ingrediente más importante en la fórmula del éxito es saber cómo llevarse bien con las personas''.
Aquellos que no perdonan son personas que no han aprendido esta verdad y usualmente son personas que no tienen éxito.
Si deseas mejorar en esta área de tu vida, primero practica el perdón. Luego piensa cosas positivas de esas personas; es difícil tener sentimientos hostiles hacia alguien en quien se ve algo bueno. Finalmente, que por medio de tus acciones las personas sepan que tú eres el tipo de persona que puede perdonar y olvidar. Esto hace que la gente te respete.
Cuando decides ir por el camino alto con los demás, te conviertes en la clase de persona con la que otros quisieran trabajar y te colocas en la mejor posición para ayudar a otros al mismo tiempo.
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